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Mi vida relacionada con la aviación

(Artículo escrito por el Cadete Sr. Eduardo Poblete Baron, editado por Sergio Molina Correa)

(Mi madre Victoria Baron Ibarboure , mi padre Sabino Poblete Alay.)

 

Nací el año 1952 en Santiago y curiosamente un 19 de septiembre cuando mi padre era S/Tte. de la FACH y por razones obvias no pudo estar en mi nacimiento por ser ese día el día de las glorias del ejército y él cumplía con su deber y estaba de guardia.

El amor por el aire y la aviación prácticamente nació conmigo, debido a que durante toda mi vida viví en Bases Aéreas relacionándome con los aviones, la vida aérea, los oficiales y Sub-Oficiales de la FACH lo que fue generando poco a poco esas ansias de volar y vivir las mismas experiencias que yo veía día a día, despegar, realizar acrobacias y aterrizar a los aviones, lo que fue generando en mí ese amor por la aviación y el aire el que ha perdurado hasta el día de hoy.
Ahora haré una síntesis de cómo fui acercándome a la aviación e impregnándome de ese cielo azul tan maravilloso que me permitió ser, por muchos años, parte de él a través de diversas actividades relacionadas con el aire y que las relataré en esta, mi historia relacionada con la aviación.

BRIGADA “LOS CONDORES”

El año 1958 cuando mi padre ya era Capitán de Bandada, fue trasladado a la Base Aérea de Los Cóndores ubicada en la ciudad de Iquique, específicamente en la localidad de Alto Hospicio, donde llegaban los alumnos, jóvenes pilotos de la FACH a realizar el curso de tiro y bombardeo en aviones T-6.
Junto a la Base Aérea, estaba la población de Oficiales, lugar donde vivimos por varios años y jugábamos con Fernando Mujica, también hijo de oficial (que posteriormente por casualidad nos encontramos ingresando a la Esc. Aviación el año 1968).
A temprana edad, a mis 7 años mi padre nos instó, junto con mi hermano Hugo a pertenecer a la “Brigada de Los Cóndores”, escuela de instrucción militar la que estaba a cargo en ese entonces de un Sub-Oficial de la FACH de apellido Contreras, el que tenía la responsabilidad de formar a niños y jóvenes desde los 6 años hasta los 18 años los que practicábamos las formaciones militares con banda de guerra, donde los días domingos desfilábamos en la plaza Arturo Prat de la ciudad de Iquique, la cual se atiborraba de gente viéndonos desfilar gallardamente al son de himnos y marchas marciales interpretadas a la perfección por la banda de guerra de la Brigada, que el mismo Sub-Oficial Contreras se encargaba de dirigir y practicar con ellos en innumerables sesiones varios días durante la semana en las tardes noches con todos nosotros, practicando el desfile, que tenía que salir a la perfección el siguiente domingo. Debo confesar que los sábados en la noche no dormíamos pensando en ese desfile del día siguiente. Nuestra madre nos tenía preparado el uniforme el día previo planchadito. Recuerdo que era de pantalón azul y chaqueta blanca con un cinturón negro ancho, la camisa blanca almidonada y la corbata negra, todo lo cual quedaba perfectamente doblado por mi madre a los pies de nuestras camas. La ansiedad no nos permitía tener ese descanso reparador por la emoción que sentíamos al realizar esos desfiles de los días domingos.

                

Desfile de la Brigada “Los Cóndores” en Plaza Prat

Esas fueron las primeras aproximaciones a la vida militar la que comenzó a encender esa llama del amor por la FACH y la vida aeronáutica, la que se vio coronada cuando el año 1968 ingresé a la Escuela de Aviación al curso Dragones.

VIAJE A USA EN AVIÓN C-47
Tuvimos la fortuna de que a mi padre lo designaran para realizar un curso en USA el año 1960. El viajó antes solo para luego irnos la familia en un C-47 de la FACH donde cuatro de ellos volaron desde Stgo. a Texas para realizarles un over-hall. El avión no tenía los asientos individuales típicos reclinables sino que eran asientos que estaban dispuestos a la largo de la cabina debido a que esos aviones eran utilizados para lanzar paracaidistas y también se usaban para transportar carga, así es que viajar durante 1 semana en esas condiciones fue muy incómodo. Afortunadamente viajó junto a nosotros otra familia del aire, la señora del Capitán Cerda con sus hijos, los que eran de nuestra edad,, que también había sido seleccionado por la FACH para hacer un curso junto a mi padre en USA, lo que nos permitió ir jugando durante el vuelo ya que había suficiente espacio dentro para hacerlo, eso nos mantenía entretenido y sentir que el vuelo había sido más corto.

Se realizaron varias escalas para llegar al destino final Texas en USA, iniciando el vuelo desde Santiago a Antofagasta, donde se reabastecieron de combustible los aviones para seguir viaje a Lima Perú, donde pernoctamos. Seguimos haciendo escalas en las ciudades de Guayaquil, Panamá, San José de Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Vera Cruz México y por último arribar al destino final Texas, lo que nos tomó en total 1 semana de viaje, lleno de anécdotas y vivencias con tan solo 8 años de edad. Una experiencia única e inolvidable que permanecerá por siempre en mi memoria.

    

 

Desde pequeño mi padre nos sacaba a volar a los tres hijos Ivonne, Hugo y yo en aviones de las Bases donde le tocó estar destinado y debo confesar que la experiencia más interesante y fascinante fue volar en los Grumman, del ala N°2 de Quintero y amarizar sobre la bahía.


INGRESO A LA ESCUELA DE AVIACIÓN
El aire ya era parte de mi vida hasta que llegó el año 1968 y postulé a la Escuela de Aviación, fui aceptado y el curso que me tocó por fortuna ser parte, fue bautizado como “Dragones” el que se grabó a fuego en mi corazón ya que me permitió conocer y hacer amistades con muchos de ellos, amistad que se ha mantenido hasta hoy gracias a la formación que nos supieron dar nuestros instructores y a las innumerables vivencias, anécdotas, disciplinarios, formaciones y desfiles, incluida la gran parada militar en el ex Parque Cousiño, hoy Parque O’Higgins cuando solo teníamos 15 años donde formé parte de la banda de guerra formado como caja.

Una vez finalizado el desfile y ya apostados a un costado del parque, nos dan una terrible mala noticia y nos dicen que despegando desde la Base Aérea de El Bosque (nuestra casa) un F-80 que había despegado desde El Bosque, había sufrido un accidente precipitándose a tierra, donde iba en el asiento del copiloto uno de nuestros brigadieres el Alférez Catalán y había fallecido, salvándose el piloto de apellido Enber, si mal no recuerdo. Hubo un silencio absoluto y quedamos todos muy impactados, pero al fin y al cabo todos los que habíamos ingresado a esa carrera para ser pilotos, sabíamos que estábamos expuestos a ese riesgo, lo que nos sirvió como consuelo para seguir adelante.

    

 

Salimos de vacaciones por 1 semana después del desfile y 4 de los cadetes nos debíamos ir a Punta Arenas ya que nuestras respectivas familias vivían allá. Nos fuimos Ricardo Ortega, Juan Carlos Piantanida (QEPD), Rodrigo Aracena (QEPD) y yo. Debimos viajar a Puerto Montt en bus, porque en un avión C-45 iba a venir a buscarnos mi padre desde Punta Arenas.
Llegamos a Puerto Montt y nos fuimos a presentar al oficial de guardia de la base aérea de El Tepual (por protocolo de FACH), el que nos envió a alojarnos al casino de oficiales.
Al día siguiente muy temprano nos fuimos al aeropuerto para embarcarnos y al llegar divisamos un avión C-47 aterrizado y flamantemente plateado con las insignias de Norteamericanas. Era mi primera vez que veía un avión tan brillante que llegaba a encandilarnos.
Vimos de repente que estaba aterrizando el C-45 donde venía mi padre a buscarnos, carreteo hasta estacionarse a un costado del C-47. Una vez estacionado vimos que el avión gringo comenzaba a echar a andar sus motores para luego enfilar hacia el cabezal de la pista para luego despegar. Nunca imaginamos que ese avión iba a salvarnos la vida a los 4 cadetes a mi padre y al capitán Urzúa, el copiloto.
Vimos que mi padre se bajaba del C-45 y se perdió en un hangar para en unos 15 minutos aprox. apareció, se acercó a nosotros y los 4 nos colocamos en posición firme para saludarlo. Era la primera vez que saludaba a mi padre de esa manera y el sin decir nada solo me saludó como lo hacen los aviadores y nos preguntó si estábamos listos para despegar, a lo que respondimos al unísono, si mi comandante. Nos subimos y al poco rato ya estábamos volando rumbo a Punta Arenas entusiasmados como cabros chicos.
No habían pasado más de 45 minutos de vuelo cuando comenzó a cerrarse el cielo y comenzó el mal tiempo con unas turbulencias severas a lo que mi padre nos indicó que debíamos abrocharnos los cinturones. Íbamos sentados 2 a cada lado muy en silencio y el rugido de los motores eran ensordecedor y de un instante a otro comenzamos a escuchar unos golpes violentos en el fuselaje del avión que eran como si nos estuvieran bombardeando. Consultamos que era eso y nos respondieron que era la formación de hielo de las hélices que se desprendían y azotaban el fuselaje.
El C-45 no tenía puerta que separar la cabina de los pilotos con la de los pasajeros así es que escuchábamos y veíamos todo lo que estaba pasando y lo que conversaba mi padre con el capitán Urzúa. De repente mi padre nos dice, ya cadetes nos tenemos que ir hacia Argentina debido a que el mal tiempo en Chile no nos permite continuar hacia Balmaceda.
El avión comenzó a girar, asumimos que era hacia Argentina. No alcanzamos a volar ni 10 minutos cuando nos indican que la “torta” era peor hacia allá a lo que inmediatamente comenzamos a girar en 180° y además a descender a tal extremos que se podía divisar los risos de las olas tan cerca que si sacábamos las manos las tocábamos. El silencio era sepulcral dentro de la cabina. De repente mi padre nos dice, ya cadetes miren dos hacia la izquierda y los otros dos hacia la derecha y si ubican un lugar donde podamos aterrizar nos avisan. Ahí supimos que realmente estábamos en peligro. Mirábamos con las narices pegadas a la ventana y no se divisaba nada solo era agua por todos lados. De repente sentimos los motores del avión rugir a tal extremo que era imposible conversar. El avión comenzó a ascender a tal extremo que todas cosas que teníamos se deslizaron hacia la cola del avión y mirando hacia la cabina de los pilotos era como estar mirando hacia el cielo.
En unos eternos minutos o segundos, no lo sé, el avión atravesó las nubes y logramos ver el cielo y ahí se niveló y ya el ruido cesó. Enseguida comenzamos a escuchar la radio del avión y mi padre intentaba comunicarse con Balmaceda. Al poco rato después hubo comunicación con esa pista y le comunican que el aeropuerto está cerrado debido a que estaba nevando y no había visibilidad (debo recordar que ese avión no tenía instrumental para navegar por instrumentos). Recuerdo que hubo un silencio por largo rato, nos mirábamos sin decir nada y de repente se sintió la radio de Balmaceda y se escuchó, mi comandante habla, no recuerdo si era capitán, Carrasco piloto del C-47 de misión aérea norteamericana que alcanzamos a aterrizar y yo puedo dictarle el descenso que hice por radio, a lo que mi padre le respondió, conforme Carrasco díctemelo.
Indíqueme cual es su ubicación exacta, se la dictó y luego comenzamos a escuchar al capitán Carrasco indicarle a mi padre, ya mi Cdte. comience el descenso a tantos pies por minutos rumbo tanto por 2 minutos, (acá voy a inventar), ya mi Cdte sentimos los motores del avión pasando por sobre nosotros en alejamiento, luego decía que nos escuchaba en acercamiento y así sucedió hasta que dice, mi Cdte. ahora debe tener la pista al frente suyo. Cuando escuchamos eso, nos paramos y miramos hacia adelante y solo veíamos una pared blanca porque la visibilidad era realmente nula. Mi padre conversaba con el capitán Urzúa y le preguntaba, ves algo tú y le respondía no, cuando de la nada se divisó algo que parecía una pista y se enfiló hacia allá y afortunadamente era. Una vez aterrizado a salvo y carreteando hacia la torre de control vimos a varias personas corriendo al lado de nuestro avión que nos hacían señas y se veían felices. Una vez estacionado y con los motores ya apagados, nos comenzamos a bajar. Recuerdo que el primero que bajó fue Rodrigo Aracena, luego Juan Carlos Piantanida, después Ricardo Ortega, yo el capitán Urzúa y finalmente mi padre. Cada vez que bajaba uno de nosotros se abalanzaban hacia nosotros esas personas y ahí supimos quienes eran, eran pilotos gringos del C-47 que nos decían que estaban seguros que cada vez que nos sentían pasar por sobre la pista se imaginaban que de repente iban a sentir una explosión estrellándose nuestros avión.
Supimos ahí que los pilotos gringos solo volaban hasta Puerto Montt y ahí se subía un piloto chileno para volar hacia Punta Arenas debido a que ellos no conocían la ruta. Por eso dije que ese avión y en especial el capitán Carrasco nos salvó la vida.
Estuvimos 1 semana sin poder volar hacia nuestro destino y una vez arribado tuvimos que esperar el avión de régimen para regresar a la Escuela. Llegamos 1 mes tarde, pero esa aventura jamás se borrará de mi mente y creo de ninguno de nosotros.
Habiendo muchos de nosotros, que no seguimos la carrera aérea, supimos, después de algunos años, reorganizarnos y volver a juntarnos formando ahora un grupo de Los Dragones el cual está conformado por ex oficiales y civiles de distintas profesiones los que nos juntamos alrededor de una mesa a recordar las aventuras de nuestra juventud y vida profesional. Cosa ésta, que nos alimenta el alma y el espíritu joven como aquel 2 de abril de 1968, donde por primera vez pusimos nuestros pies en la Escuela de Aviación Capitán Avalos de la FACH.

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SALTO EN PARACAÍDAS

Alcancé solo a estar 1 año en la Escuela, las razones por lo cual fue, las obviaré, pero el espíritu aéreo siguió intacto a tal punto que entrando a la Universidad Católica de Valparaíso, el año 1971, a la Carrera de Ingeniería, el segundo semestre se creó un curso electivo no obligatorio de paracaidismo, a cargo de los Boinas Negras del ejército, (después supe que ese curso fue incluido en la malla curricular por estar Chile en conflicto con Perú e iban a necesitar contingente adicional en caso de declararse la guerra) y me inscribí aprobándolo al final del semestre lanzándome en paracaídas desde un Cessna 150 en el aeródromo de San Felipe, requisito básico para aprobarlo (de 50 inscritos solo 15 aprobamos). Debo confesar que la preparación física que nos hicieron esos Boinas Negras fue de extremo esfuerzo físico y psicológico a tal punto que de los 50 que nos inscribimos a los meses de haberlo iniciado, la mitad había renunciado y al poco tiempo después otros tantos fueron dados de baja médica y los últimos en no aprobar fueron aquellos que no se atrevieron a subirse al avión y saltar. Nuestro instructor nos dijo, “señores el que se sube al avión no llega en él y de eso me encargaré yo” así es que si te subías era porque ya habías tomado la decisión de saltar. Cuando llegó mi turno recuerdo haber subido al avión y sentarme en el suelo atrás ya que no había asientos, solo el del piloto que nos llevaba, los demás los habían eliminado al igual que la puerta de acceso del lado del copiloto. Subimos 2 alumnos y el instructor y al llegar al punto de salto a 3.000 pies de altura el instructor me dio la orden de saltar. Me ubiqué con mis pies fuera del avión y pisé la rueda, que previamente el piloto la había frenado, me di un impulso violento hacia afuera para tomarme del montante del ala y quedé en posición de salto. Volé fuera del avión unos instantes (fueron eternos) esperando la orden del instructor de saltar. Cuando llegó esa orden solo debía soltarme y caer ya que mi paracaídas estaba unido a una línea estática fijada al avión, lo que permitió que el paracaídas se abriera en forma automática. Una vez suspendido y ubicado en el espacio divisé la gran cruz blanca pintada con cal en el terreno, yo debía dirigir mi paracaídas guiándolo con las cuerdas dispuestas una a cada lado. Mi caída fue a solo escasos centímetros del blanco lo que para mí fue un gran logro, ya que hubo un par de mis compañeros que tuvieron que ir a buscarlos en camioneta ya que cayeron muy distante de aquel blanco.

          La sensación de ese primer salto con línea estática fue indescriptible. Enseguida corrí donde mi instructor eufórico a decirle que deseaba saltar por segunda vez ese mismo día pero él con su sapiencia me respondió, chiquillo cálmate, relájate y asimila primero lo que acabas de hacer porque tiempo tendrás de sobra para hacerlo las veces que tú desees. Seguí practicando solo unos saltos más (10) debido a que debía financiarme los siguientes saltos, siendo estudiante no lo pude hacer por falta de recursos económicos.

ALAS DELTA
Una vez titulado fui contratado el año 1978 en Codelco Chuquicamata en el departamento de Construcción donde formamos entre varios colegas la escuela de Alas Delta y lo bautizamos como “Antai Inti”, que en lengua Aymara significa “Cerca del Sol”.
Practiqué ese deporte durante 5 años volando en diversas localidades incluyendo el Cerro de la Cruz de Chuquicamata donde tuve mi primer accidente, debido a que los vientos en esa zona son “arrachados” lo que no es para nada aconsejable en este tipo de deporte. Llegando a la cumbre del cerro armé cuidadosamente mi ala, hice mi check list, esperé viento apropiado, cuando esto ocurrió, corrí hacia el borde del cerro y ya en el aire cambió bruscamente el viento el que quedó en “cero” nudos lo que produjo que mi ala no tuviera sustentación y comencé a caer desde una altura aprox. de 350 mts. del terreno. Afortunadamente se produce un colchón de aire aproximadamente a 10 mts. del terreno lo que hizo que mi ala se frenara bruscamente pero no lo suficiente para evitar caer al suelo, con una fuerza tal que salió de mis pulmones un grito involuntario que se debe haber escuchado hasta María Elena, distante a varios km. del lugar, pero al menos no sufrí daño alguno pero saqué una muy buena experiencia de aquello.
Participé en diversas competencias regionales y nacionales todas ellas realizadas en la ciudad de Arica e Iquique.
Participando en una de las competencia en la ciudad de Arica y cuando ya el campeonato había concluido, nos fuimos alrededor de unos 50 ala deltistas a saltar del cerro Corazones, el más alto de esa zona, entre unos 500 o 550 mts. snm. Los vientos a esa altura son demasiado favorables para las alas entre unos 20 y 30 nudos de velocidad. Volar ahí era fantástico pero la gran dificultad era el lugar de aterrizaje el que estaba en la única playa de arena que tenía no más de 80 mts de largo de tal manera que la aproximación debía ser muy bien calculada. Cuando fue mi turno de descender comencé a girar en 360° a aprox. unos 200 mts. del cabezal de la playa. Comencé a realizar mi aproximación dejando el último giro para hacerlo sobre la pista. Aproximándome al cabezal vi que ya habían descendido otros pilotos los que comenzaron a gritarme que estaba demasiado alto y que no iba a llegar a la pista, cosa que yo ya sabía, que debía comenzar a hacer mi 360° pero con tantos gritos cometí un error casi fatal, en vez de hacer mi giro 360° hacia el mar (desde donde viene el viento) lo hice hacia el cerro y quedé con viento de cola y entré en stall, lo que verifiqué al no sentir el sonido del flambeo de la tela del ala cuando ésta si tiene sustentación y esta volando. Mi reacción inmediata fue picar el ala para darle velocidad lo que hizo que el cerro y el suelo comenzaran a acerca a mí a una gran velocidad y para mi fortuna comencé a sentir nuevamente al flambeo de la tela del ala lo que me indicó que estaba otra vez volando sustentado y me permitió virar a unos escasos metros del suelo y de la carretera que existía en ese lugar. Viré hacia el mar y al hacerlo sentí unos gritos que se acordaron de mi madre y eso había sido por haber pasado por delante del parabrisas de un furgón utilitario que transitaba por esa carretera en ese mismo instante y sus ocupantes vieron pasar delante de su parabrisas mi ala.

Enfilé hacia el mar y rogaba poder llegar al agua ya que antes solo veía rocas y mas rocas y estaba volando a unos 5 mts del suelo y realizaba maniobras desesperadas para llegar al mar, pero desafortunadamente no llegué y caí sobre las rocas colocando el trapecio de mi ala por delante mío el que obviamente se quebró y caí sobre él. Quedé en absoluto silencio con el ala sobre mí y solo atiné a tratar de salir de esa situación desenganchándome del ala y sacármela de encima. A lo lejos comencé a sentir los gritos de los otros pilotos que corrieron hacia donde estaba. Salí de mi situación desafortunada y pude pararme y hacerles señales de que estaba bien. Una vez tranquilizado me observé y vi que mi pecho, vientre y piernas eran solo una mancha roja llena de sangre que afortunadamente eran solo heridas de mi piel pero ningún hueso roto.
La experiencia máxima practicando este deporte fue saltando del cerro más alto que está ubicado frente a la hostería de Codelco (ex Honsa) en Tocopilla, que es un cerro perfilado rocoso de una altura de 1.200 msnm. Subimos 3 pilotos en una camioneta por el camino que une Tocopilla con María Elena hacia el aeródromo de Barriles. Al llegar al lugar de despegue los 3 nos asomamos al borde del precipicio y era imposible sostenerse de pie por la velocidad del viento. Sentí una sensación de pánico al solo pensar que debía correr hacia el borde y lanzarme al vacío con mi poderosa ala Seagal (de instrucción).
El primer piloto que saltó fue nuestro instructor el que tenía un ala con una performance muy distinta a la mía y que le permitía soportar vientos mayores que la mía. Despegó y su ala se elevó en unos segundos a más de 100 mts. sobre la cumbre del cerro y una vez nivelado a esa altura nos gritó que estaba fantástico y que despegáramos. Salió el siguiente piloto y ocurrió exactamente lo mismo. Luego me tocaba a mí, el que tenía el ala con la menor performance para soportar esos vientos, pero ya estaba embarcado y decidí saltar para lo cual le pedí al chofer de la camioneta que me ayudara a sostener el ala desde los tirantes delanteros ya que lo traté de hacer solo y al acercarme al borde del cerro la nariz del ala no soportaba estar nivelada por la fuerza del viento. Le di las instrucciones de que me ayudara a llegar al borde del cerro sujetándome los tirantes de acero del ala y cuando yo le indicara solo tenía que soltarme. Le di la instrucción y al segundo siguiente el ala salió disparada hacia el cielo a una velocidad indescriptible y subió tan rápido que en segundos visualicé el lugar del despegue y lo vi a una distancia que apenas podía ver la camioneta que nos había llevado. Una vez ya nivelado comencé a tener control de mi ala y traté de virar hacia el oeste donde yo sabía que estaba el mar, pero repentinamente me vi con visibilidad cero, me percaté que había ingresado al un estrato de nubes que ese día había sobre Tocopilla. En mi mente tenía claro que la central termoeléctrica de Codelco estaba a mi derecha (el mar) e hice innumerables intentos por virar hacia mi derecha y cada vez que lo hacía tenía la sensación de estar volando hacia atrás lo que comprobé visualizando repentinamente hacia abajo y lo pude comprobar ya que vi que la tierra se me movía en sentido contrario.
Debo confesar que por primera vez logré percatarme que ante la sensación de pánico las piernas te comienzan a tiritar de una forma que me hacía imposible sostenerme en posición prone (de cúbito ventral), que es la posición normal de vuelo. En décimas de segundos tuve que tomar una decisión vital para salir de esta situación, que de no haberla tomado me habría estrellado y de seguro habría muerto. Mi decisión fue comenzar a realizar giros en 360° lo que me permitió comenzar a descender. No sé cuantos giros realicé pero una vez que salí de las nubes, mojado como pollo y con un frío que me calaba los huesos y las narices chorreando mocos sin poder limpiarme, vi el cerro a mi izquierda a unos 200 mts abajo mío y dejé de girar hasta no visualizarlo sobre mi vista. Una vez ocurrido esto comencé a sentir el sonido típico que se siente de las torres de alta tensión al transmitir la electricidad y vi que eran las torres de alta tensión que conducen la electricidad a Codelco. Me alejé de esa zona lo más rápido que pude y enfilé hacia el único lugar de aterrizaje que existía en ese lugar, la cancha de golf del club de golf de Tocopilla. Enfilé y logré llegar, pero al estar a unos 30 mts. del lugar de aterrizaje y ya en plena maniobra (me había colocado en posición vertical con los pies hacia abajo) de aterrizaje, comenzaron a aparecer una cantidad de niños que bloqueaban la pista, a lo que les comencé a gritar con palabras no muy amigables que salieran del lugar. Una vez aterrizado y ya en calma me desengancho salgo de debajo de mi ala y abracé el terreno como nunca más lo he hecho ni quiero volver a hacerlo.
Seguí experimentando vuelos ahora en alas con motor (motor Wolkswagen) viviendo con mi familia en la ciudad de Iquique, con un piloto muy experimentado y con cientos de horas de vuelo llamado Sergio Stocker, falleciendo tiempo después en un accidente con su ala con motor. Volábamos por sobre la mayoría de las playas de Iquique a baja altura realizando maniobras extremadamente hermosas y emocionantes.
Sentir el aire en tu cara y ver que realmente estás volando dependiendo solo de tu maquina y además oliendo la brisa del mar son sensaciones indescriptibles.

 

Tuve la fortuna de poder conocer, ser amigo y volar junto a uno de los campeones sudamericanos de parapente, Eitel von Muhlenbrock (QEPD) el que tuvo su último y fatal accidente ocurrido en España el 6 de Julio del 2011 durante el desarrollo del campeonato mundial de esta especialidad.

AEROMODELISMO

Viviendo en la ciudad de Iquique, formamos el “Club de Aeromodelismo de Iquique” donde llegamos a ser 25 pilotos que practicábamos todos los días domingo en una pista que hay al sur de Iquique frente al balneario de Yape donde nos divertíamos cada uno con sus aviones a escala tales como los spitfire, mentor, cesna 172, stick entre muchos otros. Practiqué activamente este deporte durante mi permanencia como profesional en la ciudad de Iquique durante casi 10 años ya que una vez que me trasladé a la ciudad de Santiago por razones laborales, no pude seguir practicándolo y pienso algún día retomarlo.

PILOTO DRON

Hoy, ya maduro y más tranquilo decidí hacer un curso para ser piloto de Dron certificado por la DGAC, obteniendo mi licencia el año 2019. Seguí perfeccionándome e hice el curso denominado “Fotogrametría con Dron” lo que me permitió unir mi profesión de Ingeniero Constructor con mi pasión por el aire ya que a través de esta metodología puedo realizar trabajos en las actividades de la construcción y la ingeniería, para lo cual adquirí un Mavic 2 pro como Dron el que me ha permitido hasta ahora entretenerme sacando fotografías espectaculares y adquirir experiencia con horas de vuelo lo que me permitirá en un futuro cercano ofrecer mis servicios en labores de ingeniería y construcción.

Como pueden apreciar el aire y la aviación fueron parte de mi vida desde que nací y puedo decir con mucho orgullo que ser un “Dragón” me llena de orgullo y moriré siendo uno de ellos.

 

 

 

 

 

 

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La última actualización de este sitio fue el: 21.June.2020