Matar el Chuncho
(Artículo escrito
por el ex Cadete Leopoldo Palma Wenzel (Ingeniero Civil - Universidad de
Chile))
Aeródromo Cuatro Diablos (Melipilla),
21 de mayo de 1975.
El año 1971 ingresé a la Escuela de Ingeniería
de la Universidad de Chile. Allí conocí a Oscar Duhalde, sobrino de Margot
Duhalde y nos hicimos amigos.
A mediados de 1974, Oscar apareció por el Casino Central pelado al cero.
Cuando le pregunté el porqué de ese corte de pelo, me contestó “Soy
paracaidista. El sábado pasado hice mi primer salto libre y me bautizaron”.
Un salto libre es un salto en el cual el paracaidista abre por sí mismo su
paracaídas tirando la manilla de apertura.
Me pareció entretenido, pero no me interesó mucho el tema porque los
estudios me consumían mucho tiempo y no quería incorporar actividades que me
distrajeran.
Unas semanas después apareció otro estudiante pelado. Era “Judas” Moreno,
también amigo mío. Me invitó a verlo saltar el sábado siguiente.
“Judas” me pasó a buscar en la “citrola” de su papá y fuimos al aeródromo
“Cuatro Diablos” en Chiñihue, aproximadamente 9 km al este de Melipilla.
Figura 1: Ubicación del
aeródromo
Fue decepcionante la llegada al aeródromo. Las
nubes llegaban hasta el suelo y no se podía saltar. No había nada en el
aeródromo. Ni donde sentarse, ni dónde comprar una bebida, nada de nada.
Solamente 2 aviones Cessna y una pista sin demarcaciones. Aparte de Oscar,
“Judas” y yo, habían como 12 o 15 pájaros raros que hablaban cosas
incomprensibles como “principal”, “reserva”, “trabajo relativo”, “enganche”,
“pilotín”, etc.
Después de unas 3 horas y muerto de aburrimiento, empezó a quebrar, y todos
empezaron a equiparse y a ponerse en fila para subir al avión. Se disiparon
las nubes y despegó el avión. Todavía encontraba aburrida la actividad.
Al cabo de unos minutos, un pájaro raro gritó “Viene el avión………Saltaron”.
Por más que miraba, no veía nada.
De repente, y sin previo aviso vi una, dos y tres cúpulas (cúpula es la vela
de un paracaídas redondo) suspendidas en el aire. Parecían tres hermosas
flores pintadas en el cielo. Abrí la tarasca hasta tocar el suelo y me quedé
mirando totalmente embobado.
En un minuto aterrizaron los tres paracaidistas, y todavía medio atontado,
grité “Habrá aquí un instructor que me enseñe a saltar en paracaídas?”
Escuché un “Yo” a mis espaldas. Giré la cabeza y pude ver un pájaro
realmente raro. Flaco, narigón, cabeza de virutilla, con las piernas
ridículamente cortas en relación a su torso, patas de alicate y cojeando.
Era Federico Gana, también conocido como “Loquillo”, “Pájaro Loco”, “Loco
Gana” y “Cojo Gana”. Tenía una nariz larga y en punta, que le daba un aire
de insolente, igual que Loquillo de las caricaturas.
Conversamos, y cuento corto, junté la plata para el curso y realicé mi
primer salto con línea estática (una cuerda que se ancla a la estructura del
avión, que abre el paracaídas automáticamente, sin intervención del
paracaidista) el día 26 de abril de 1975 en Colina. Me encantó saltar. A
partir de ese día, un sábado sin saltar pasó a ser un sábado perdido.
El día 1 de mayo de 1975 hice mi primer salto libre (el paracaidista tira la
manilla que abre el paracaídas; nadie puede ayudarlo). Mi padre estaba
presente.
Hago notar que los saltos libres son los que realmente se cuentan. Los
saltos con línea estática valen “champignon”.
El día 3 de noviembre de 1975 me libré de mi licencia clase A (alumno) y con
25 saltos, obtuve mi licencia de paracaidista formado número B-111 (el mismo
número que tenía en la Escuela de Aviación). Obviamente, seguí saltando con
más entusiasmo.
Lo que realmente quería contarles sucedió el 21 de mayo 1976, en el
Aeródromo Cuatro Diablos, cerca de Melipilla. Tenía 23 años. Ese día fui al
aeródromo cuatro Diablos (Chiñihue) para un encuentro con los Dioses.
La condición meteorológica era cubierto, con nubes tipo estratos a unos
10.000 pies, casi sin viento y con visibilidad mayor a 10 km.
Con Oscar Duhalde (gran amigo) decidimos subir a practicar trabajo relativo,
relative work o RW (trabajo relativo son maniobras que realizan 2 o más
paracaidistas en caída libre, a unos 180 km/hora, haciendo formaciones). En
este caso, decidimos hacer la maniobra más básica, un enganche (dos
paracaidistas en caída libre se acercan y se toman de los brazos), con un
salto de 30 segundos de caída libre desde 7500 pies AGL (sobre nivel del
terreno).
A continuación, se muestra un ejemplo de trabajo relativo: una estrella de
4. El enganche es similar, pero con 2 paracaidistas solamente.
Figura 2: Trabajo relativo:
Estrella de 4.
Tanto Oscar como yo éramos paracaidistas habilitados para saltos con caída
libre, pero con poca experiencia. Era mi salto número 61.
Oscar saltaba en un paracaídas principal (o simplemente “principal”) francés
tipo supercúpula (paracaídas redondo con el ápice invertido para minimizar
la resistencia al avance; se ven como una manzana) de última generación,
denominado “Papillon” (mariposa) y además un paracaídas de reserva (o
simplemente “reserva”) redondo de 24 pies de diámetro.
Yo saltaba en un principal tipo 7TU, denominado cariñosamente “Burro” (por
su baja performance), que era un paracaídas militar de emergencia
modificado. Se lo había comprado a Gloria Perez, viuda de Hernán Perez,
hermano de nuestro camarada Mauricio Pérez, gran amigo mío que pololeó con
mi hermana María Inés.
Además, yo usaba una reserva redonda de 28 pies.
Fig. 3: Paracaídas tipo supercúpula (Papillon)
Fig. 4: Paracaídas tipo 7TU (Burro)
Hago notar que cuando se practica caída libre (que desarrolla una velocidad
vertical del orden de 180 km/hora o 50 m/seg o 150 pies/seg), debe abrirse
el principal a 2500 pies AGL, con lo que se tienen no más de 16 seg antes de
estrellarse. Como el principal se abre en 3 a 5 segundos, solamente quedan
10 a 12 segundos para percatarse de una falla y abrir la reserva, la que se
abre en 2 a 3 segundos. Puede verse que es extremadamente importante abrir
el principal a un mínimo de 2500 pies AGL.
Por lo anterior, lo habitual era terminar cualquier trabajo relativo a 3500
pies AGL, girar en 180°, alejarse en posición delta, mirar hacia atrás para
aclarar campo, adoptar posición de planeo básico y realizar la apertura.
Este procedimiento evita que choquen paracaidistas y también que se enreden
las cúpulas.
La posición delta, o simplemente “delta”, consiste en llevar los brazos
hacia atrás, tratando de formar un perfil de ala (entrar la guata ayuda
mucho), con lo cual el paracaidista cae de cabeza acelerando hasta unos 300
km/hora y, al tomar velocidad, la trayectoria se modifica formando un ángulo
de unos 45° respecto a la horizontal. El delta permite alejarse o acercarse
rápidamente.
Figura 5: Delta.
La posición de planeo básico, es la posición básica en caída libre y la
primera que se aprende. Se logra sacando la guata para bajar el centro de
gravedad y abriendo brazos y piernas, siempre muy relajado. En planeo básico
se alcanza una velocidad vertical denominada “velocidad terminal”) del orden
de 180 km/hora o 50 m/seg). Para abrir el paracaídas de forma segura, se
adopta esta posición.
Figura 6: Planeo básico.
Volviendo al tema que nos convoca, como mi partner y yo teníamos poca
experiencia (era mi salto número 61), acordamos terminar el trabajo relativo
a 4500 pies si no se veía una posibilidad clara de un enganche. El primero
en detectar 4500 pies debía hacer la señal de “No más” (cruzando brazos
horizontalmente 2 veces), girar en 180° y alejarse en posición delta, etc.
Esto nos daba un margen de seguridad adicional de 9 a 10 segundos.
Despegamos en un Cessna C-180 con nuestro piloto XXX XXXXX (tengo muy claro
su nombre, pero no lo menciono porque sus alias son muy peyorativos “Chancho
Alfredo” y “Berraco Negro”).
Al llegar a 7500 pies AGL y vertical al aeródromo, Oscar va la puerta y
salta en posición de planeo básico. Se llama “base” al primer paracaidista
que salta, que es el más liviano, para que sea posible alcanzarlo por los
que saltan después.
Yo lo seguí, saltando de cabeza en delta y apuntando a la base.
Llegué con mucha velocidad y sobrepasé a la base por la izquierda y sobre su
nivel.
Giré y quedé apuntando a Oscar, más arriba y en un ángulo perfecto (según mi
percepción) para el enganche. Estábamos a unos 5000 pies AGL según mi
altímetro marca Altimaster. Todo era perfecto.
Adopté posición delta, apuntando a la base (Oscar) y cuando empezaba a tomar
velocidad (relativa y en picada), Oscar hace la señal de “No más” y
mirándome con ojos de jurel dinamitado, tira la manilla de su paracaídas
(pero sin girar). Yo quedé “plop”, mirando a la base.
Vi salir al pilotín (paracaídas pequeño que “saca” al paracaídas principal),
luego la manga (envoltorio tubular que actúa como retardo para la apertura
del paracaídas principal), las líneas (se veían igual que tallarines recién
sacados del envase) y finalmente, la cúpula verde, negro y blanco del
Papillon de Oscar.
No sé si por instinto, instrucción o lógica, a velocidad de la luz, adopté
la posición globo (como abrazando un globo de unos 2 m de diámetro; sirve
para frenar la velocidad de posición delta), para un frenado máximo, con el
objeto de amortiguar impacto inminente.
Hago notar que casi todos los choques de paracaidistas con cúpulas abiertas
más peligrosas que choques sin cúpulas abiertas, y casi siempre son fatales,
dado que:
• Si se impacta la cúpula (o vela), el que impacta generalmente queda
envuelto, el paracaídas pierde sustentación y ambos caen a una velocidad
cercana a la velocidad terminal.
• Si se impactan las líneas, el que impacta generalmente queda enredado, el
paracaídas se distorsiona y pierde sustentación y ambos caen a una velocidad
cercana a la velocidad terminal.
• Las dos anteriores suceden en fracciones de segundo, y no se alcanza a
abrir ninguna reserva.
En mi caso, experimenté un impacto frontal (de guata) sobre la cúpula,
después un giro hacia atrás impactando las líneas del Papillon y pateando
luego a Oscar en el casco (eso lo supe después).
Estimo que no quedé envuelto en la cúpula porque se estaba abriendo y, por
lo tanto, tenía mayor presión. También estimo que no me enredé en las líneas
porque estaban bastante juntas. Este caso es uno en muchos trillones.
Después del impacto, me encontré en un giro violento y descontrolado en tres
ejes, viendo pasar rápidamente cielo, tierra, montañas, etc. aleatoriamente.
En medio de este caos, recordé la frase de mi instructor Federico Gana:
“Falla total: Sacar el poto para planear boca arriba, estabilizar y abrir
reserva”. Empecé la secuencia y vi el cielo, pero girando. Entonces
estabilicé el giro con brazos y piernas, y antes de abrir la reserva miré mi
altímetro, que marcaba 1200 pies (a 8 segundos de impactar el suelo). Pensé
“puedo abrir el principal”, y de acuerdo a la instrucción recibida de
“Loquillo”, saqué la guata y quedé en posición de planeo básico, tiré la
manilla del principal, miré hacia arriba y vi salir al pilotín, la manga,
las líneas y finalmente, la cúpula, la que se desplegó maravillosamente
bien. Nunca había visto una cúpula más hermosa de colores verde, café,
naranja y blanco. Todo esto en unos pocos segundos.
A continuación, y de acuerdo al procedimiento, revisé la cúpula, probé los
conductores y chequeé el entorno.
Mi paracaídas estaba bien, pero no veía la pista, solamente un gran potrero
arado. Según lo que recuerdo y con ayuda de Google Earth, hoy puedo estimar
que había aterrizado 1,2 km al SW de la pista. Esto significa una
trayectoria aproximada de Horizontal:Vertical de 1:1 (o 45°) debida a la
fuerza del impacto durante la caída libre.
Figura 7: Aterrizaje después del incidente
Todavía en el aire, sentí mucho frío en mi pierna izquierda. Me dije
“cresta, estoy quebrado, tendré que aterrizar parado y en una pata”. Esto es
un procedimiento extremadamente difícil, que no se practica ni enseña, ya
que en un paracaídas redondo el aterrizaje se realiza con las 2 piernas en
bloque y con una caída de aterrizaje rodando en 5 puntos. El impacto al
aterrizar es de unas 3 g’s.
La perspectiva era muy mala, pero tenía un trabajo que hacer. Me ubiqué
contra el viento, aterricé en el barbecho sobre mi pierna derecha, sin
causarme ningún daño y me fui de espaldas. El barbecho me ayudó mucho al
amortiguar el impacto.
Cuando miré, pude darme cuenta que mi bota izquierda se había cortado
horizontalmente a la altura del tobillo, quedando conectadas ambas partes
por un tramo de unos 4 cm por el lado de atrás. Mi pie izquierdo estaba
totalmente expuesto, pero con el calcetín intacto. Con mucho cuidado toqué
mi pie y pude constatar que estaba en una pieza y sin heridas. Solamente
encontré una hinchazón del tamaño de la mitad de una palta en la zona
interior de mi rodilla izquierda. No era de fractura o quebradura, pero
estaba muy dura. Era una contracción muscular muy intensa y permanente.
También pude constatar que aparte de mi bota izquierda, todo mi equipo
estaba operativo y sin daño alguno. En ese momento le agradecí a Gloria por
esa cúpula 7TU.
A los pocos minutos o segundos pude ver al C-180 sobrevolándome. Se había
dado cuenta del entuerto. Me paré y moví los brazos para que supiera que
estaba bien.
Poco después llegó una camioneta manejada por mi amigo Claudio XXX,
“Pilotín” (que vergüenza, se me olvidó su apellido y yo fui testigo de su
matrimonio) y con otros paracaidistas, todos muy preocupados por mi estado.
Los tranquilicé y me llevaron al aeródromo, donde me recibieron como a un
verdadero Lázaro.
Lo primero que hice fue ir donde mi partner Oscar Duhalde, quien se
encontraba sentado en el suelo y con la cabeza gacha. Cuando le pregunté
como estaba, me contestó “yo bien, pero puta’ que pateai fuerte compadre” y
me mostró su casco con una fractura-ruptura del porte del taco de mi bota.
Lo abracé muy fuerte, y con lágrimas, ambos acordamos repetir el salto ese
mismo día, para “matar el chuncho”.
Revisando su equipo, aparte del casco, el Papillon solamente tenía la línea
de ápice cortada (Línea de ápice es la línea que sujeta y baja el centro de
la cúpula para que adopte el aspecto de una manzana). Con esto, se comportó
casi como un “Burro”, pero siguió operativo
Figura 8: Apice sin daños. Parece una manzana
Creo que eso le salvó la vida. Estimo que mi compadre Oscar no habría podido
hacer un procedimiento de emergencia, ya que estaba medio o casi atontado.
Bravo por el Papillon.
Para matar el chuncho, acordamos realizar un salto idéntico, con los mismos
equipos, el mismo avión y el mismo piloto. Convencimos al piloto, Oscar
consiguió otro Papillon y subimos a hacer un enganche a 7500 pies.
Al llegar a 7500 pies AGL y vertical al aeródromo, Oscar va la puerta y
salta en posición de base.
Yo lo seguí, saltando de cabeza, en delta y apuntando a la base.
Llegué hasta unos 30 m de la base y no le hice ningún empeño en enganchar.
Me hice el normal (weon) esperando los 4500 pies. Oscar hizo lo mismo y nos
quedamos mirándonos a los ojos.
A los 4500 pies hice la señal de “No más”, giré en 180°, arranqué en delta,
aclaré campo y abrí mi fiel 7TU. Mi paracaídas respondió muy bien y aterricé
sin problemas. Ver foto de este humilde servidor del Profeta y su querido
7TU (esta foto que se había publicado anteriormente en “El Mercurio” para un
reportaje, no por este incidente).
Figura 9: Mi 7TU
Oscar hizo lo mismo unos segundos después. Nos abrazamos fraternalmente.
HABÍAMOS MATADO AL CHUNCHO!!!.
Empacamos y todos nos fuimos a comer algo a “La Montina”, que era el hogar
de los paracaidistas hambrientos. Parecíamos piojos de peluca, porque en el
aeródromo no había absolutamente nada. En “La Montina” nos conocían:
llegando contaban hombres y mujeres y servían iguales cantidades de cervezas
y coca-colas. Si nos preguntaban algo los garzones, se exponían a una sarta
de rugidos y garabatos (por weones).
Yo quería bañarme en cerveza, pero no fui capaz de tomarme ni un humilde
shop. Con medio shop me vino un mareo muy fuerte y, para no dar la hora, fui
al baño. Solo recuerdo que desperté en el pick-up de la camioneta de
Pilotín, rodeado por una docena de cabezas de paracaidistas muy preocupados.
Me sentía muy bien y lo hice saber. Me toqué la rodilla izquierda y noté que
la hinchazón y contracción muscular había desaparecido. Me quedó claro que
estaba aparentemente tranquilo, pero con la adrenalina a punto de estallar.
No sé si esta anécdota refleja buena instrucción, camaradería, sangre fría,
o simplemente estupidez. Quizás, todas las anteriores.
“Que tu conciencia te diga el resto” escribió mi instructor “Loquillo”
Federico Gana (QEPD) en mi bitácora. Yo anoté solamente “TR Oscar” (trabajo
relativo con Oscar).
Figura 10: Mi bitácora
El lunes amanecí machucado desde el pecho hasta los pies. Parecía Rocky
después de la pelea. Fui calladito a la posta, donde me chequearon sin
encontrarme ningún hueso roto.
Adicionalmente, les comento que esto no se lo conté nunca a mis padres ni a
mis hijos. Es información clasificada. Quizás debiera contárselo a mis
hijos.
El 31 de mayo de 1977 obtuve habilitación de Jefe de Saltos (Jumpmaster).
Seguí saltando hasta que me casé en 1979. No quise exponerme, pues tenía una
familia que cuidar. Alcance a hacer unos 300 saltos.
Oscar siguió saltando también, pero a la fecha ya no salta. Vive en La
Serena, trabaja para el observatorio Las Campanas y junto al astrónomo Ian
Sheldon descubrió la supernova SN 1987A el 24 de febrero de 1987.
Nos vemos muy poco, pero seguimos siendo muy buenos amigos.