Eyección de un piloto
en la zona Norte en la Cordillera de Los Andes.
a.
Artículo escrito por
Capitán de Bandada (A) Sr. Luis Castillo López
b.
Artículo escrito
por Tte. (A) Sr. Rolando Mercado Zamora
Rescate de un piloto eyectado en la Cordillera de Los Andes en la zona
Norte.
(Artículo escrito
por el Capitán de Bandada (A) Sr. Luis Castillo López, editado por Sergio
Molina Correa)
19 Marzo de 1984.
Llevaba un año trabajando en el
Grupo de Aviación Nº 1 en la Base Aérea Los Cóndores “Chucumata” como
instructor, ya que la unidad había recibido a los CASA 101, que en un
principio estuvieron destinado en la Escuela de Aviación, luego en el Grupo
Nº 4 y finalmente habían sido destinado a esta Unidad para renovar la
Escuela Táctica, usando el avión CASA 101, con un nuevo programa de
entrenamiento para seleccionar los futuros pilotos de caza.
19 de Marzo de 1984 a media tarde, volvía de una misión de entrenamiento y
una vez aterrizado, dirigí mi avión hacia la línea de estacionamiento,
intercambié brevemente unas palabras con mi mecánico, indicándole la
condición del avión y fui a la sala de Operaciones.
El joven oficial a cargo del puesto me informo que piloto el S/Tte. Rolando
Mercado se había eyectado en la Cordillera durante un vuelo de entrenamiento
en A-37B. Inmediatamente me dirigí a la sala de planificación de misiones
para encontrarme con el Cdte. del Grupo Sr. E. Poblete y su oficial de
operaciones quienes preparaban la operación de rescate.
Rápidamente intercambie opiniones
y decidimos que el curso de acción inmediato seria dirigirse a la zona donde
se sospechaba estaría el piloto. Ordene que alistaran un avión CASA 101 y
solicite un voluntario que me acompañara, un piloto de A37B, “Rapaz” S/Tte.
Sergio Rojas, (Q.E.P.D.). Juntos nos dirigimos al avión, en el intertanto el
otro avión del elemento A-37B, había aterrizado y el compañero del piloto
eyectado estaba descendiendo de su avión. Aún estaba conmocionado y nervioso
por lo cual su ayuda solo se limito a entregarme la carta con el track de la
navegación y mencionar aproximadamente el lugar de la eyección.
Pocos minutos después me encontraba en el aire y me dirigí al lugar
siguiendo la navegación escrita en la carta. En algunos minutos llegue a la
zona montañosa con altura promedio de 15.000 pies AGL (sobre el nivel del
mar), alrededor de. Las 15:30 hrs. El lugar era próximo al sector de Ollague,
la zona estaba cubiertas de nubes bajas y solo existían unos claros, los
cuales mostraban parcialmente el terreno y las profundas quebradas. Calculé
el tiempo de luz solar que quedaba (no era mucho tiempo agravado por la
sombra y oscuridad que se producía por el tipo de nubes cumuliforme) y
decidí que debía emplear los equipos electrónicos del avión para tratar de
ubicar al piloto eyectado.
El CASA 101 contaba con un buenos equipos, sintonice la frecuencia 121.5 e
iniciamos un patrón de búsqueda en forma triangular, esquivando las nubes
como podía y siguiendo los instrumentos cuando esto no era posible.
De pronto captamos una señal auditiva en la frecuencia de emergencia y
volamos en un patrón triangular, alejándonos hasta perder la señal y luego
volver, la seguimos hasta determinar una pequeña área y solicitamos al
Centro de Control que marcaran esa posición con relación a mi avión para
enviar los equipos de rescate. Sabia que estaba en algún lugar ahí abajo
pero no podía establecer contacto visual con el piloto caído, volaba un jet
de instrucción para pilotos de combate, no era el medio mas apropiado para
este tipo de misión, pero era lo que tenia y le sacaría el máximo de
rendimiento.
Reduje la velocidad al mínimo y le pedí al copiloto que se mantuviera
volando en referencia a los instrumentos en caso de desorientación, él
tomara el control.
Por un instante me pareció ver algo en el fondo de una quebrada. Inicié un
rápido giro y sin apartar la vista del objeto, lo volví a ver. Si, era un
paño color rojo que se movía, esta vivo pensé y nos hace señas.(
Posteriormente en conversaciones con el piloto eyectado, jamás hizo señas,
el movimiento que yo vi era el paracaídas que lo movía el fuerte viento de
la zona).
De inmediato solicite al Control que marcara esa posición, verifique mi
combustible y el nivel estaba bajo, pedí al Centro Operaciones Aéreas (COA)
un relevo que llego en pocos minutos, otro avión de caza, un F-5E, al mando
de “Garfio” Tte. Sr. Ricardo Gutiérrez, ( que se encontraban en alerta en la
Base Los Cóndores), intercambie instrucciones con el piloto y lo deje
circulando el lugar, mientras me dirigía a la base más cercana, una Base
Aérea de Redespliegue en medio de la Pampa del Tamarugal.
Dos motivos me llevaron a esa conclusión, una, que el combustible no me
permitía otra alternativa y lo segundo era que en esa Base se estableció el
Centro Coordinador de Rescate. Apenas aterrice solicite recarga de
combustible y me dirigí a la sala de planificación entregando toda la
información y coordenadas geográficas para que la unidad de paracaidistas
SAR procediera a la búsqueda del piloto, estos se encontraban volando hacia
la zona en un Twin Otter.
Luego me aparté y me convertí en un espectador de los acontecimientos.
Seguí atentamente los intercambios de comunicaciones entre el Centro y las
unidades de búsqueda, mire mi reloj y calcule que solo tenían treinta
minutos para sacarlo del lugar. Recuerdo las veces que estuve en las
montañas y recordé las bajas temperaturas y el viento que corta la cara y
las manos como un fino cuchillo. Si no lo sacan hoy, moriría congelado,
concluí.
El avión caza F-5E, que sobrevolaba el lugar estaba solicitando volver por
combustible. El avión con los paracaidistas del SAR no encontraba el lugar.
Tome la decisión de volver, yo conocía el sitio exacto, comunique al
comandante mi plan y este lo aprobó.
En esta segunda oportunidad me acompaño el Tte. Ricardo Espinoza, como
copiloto, despegamos y me dirigí al lugar del accidente, encontré el avión
con los paracaidistas y los guie al lugar donde se encontraba el piloto,
pero las condiciones habían empeorado y no tenían suficiente separación con
el terreno para lanzarse, las nubes estaban a escasos metros del suelo.
La única alternativa era el helicóptero, el cual también había sido
desplegado a la zona, el cual se encontraba posado en algún lugar próximo.
El piloto S/Tte. Roberto Vicuña, había llegado solo pocas semanas antes a la
Unidad, no conocía bien la geografía de la zona. Me comunique con el por
radio y le solicite una descripción del área a su alrededor, rápidamente
identifique el lugar donde se encontraba, gracias a los años como piloto de
reconocimiento volando en la zona norte. En pocos minutos lo encontré, le
ordene que despegara y lo guíe hacia el lugar donde se encontraba el piloto
eyectado.
Luego los acontecimientos sucedieron con rapidez, el personal descendió del
helicóptero y recogió al piloto, estaba vivo. Lo subieron al helicóptero, el
cual despego y se dirigio a la Base de Redespliegue.
Eso era lo importante, se había efectuado el salvamento y con esta
información que remití al C.O.A. procedí a escoltar al helicóptero durante
unos minutos para luego haciendo un roll me volví a la Base de Los Cóndores.
Medios Aéreos que participaron:
Cessna A 37B Dragonfly
Casa 101 Halcón
Northrop F-5E
De Havilland Twin Otter 300
LAMA SA 315
Pilotos que participaron:
Magoo - Tte. (A) Sr. Rolando Mercado. (A-37B) piloto eyectado
Cosaco - CDB. (A) Luis Castillo, piloto Casa 101
Garfio - Tte. (A) Ricardo Gutiérrez, piloto F-5E
Rapaz - S/tte. (A) Sergio Rojas, copiloto 1º Vuelo (Q.E.P.D.)
Tte. (A) Ricardo Espinoza, copiloto 2º vuelo
S/tte (A) Roberto Vicuña (piloto del Lama)
Otros Medios participantes:
Centro Operaciones Aéreas (COA)
Servicio Aéreo de Rescate (SAR)
Grupo de paracaidistas (PARASAR)
Conclusión:
La Operación de Rescate fue un éxito por la rápida participación de los
medios aéreos existente en la zona, un equipo planificador del rescate con
experiencia, como también la coordinación oportuna del COA en el desarrollo
de las operaciones aéreas.
De no haber sido así, es probable que el piloto eyectado hubiese pasado la
noche en la cordillera con muy bajas temperaturas y poco oxígeno, corriendo
serio peligro su vida..
La Eyección ¿Una decisión instintiva o racional?
(Artículo escrito
por el Teniente (A) Sr. Rolando Mercado Zamora, editado por Sergio
Molina Correa)
19 Marzo de 1984.
La vida profesional de un piloto
de combate está llena de sorpresas, emociones y desafíos. Es una constante
permanente dentro del alma, cerebro y fuselaje del avión que se transforma
con el tiempo en nuestra piel de aluminio. Los aviadores entendemos esta
fusión que existe entre el piloto y su avión tal como lo relatara en su obra
las memorias de un legendario “as” Robin Olds y algunas de sus célebres
citas “el piloto de combate es actitud”.
Dentro de esa dinámica, donde se fusiona lo técnico con la pasión, el piloto
de combate se encuentra tomando decisiones cada segundo desde que toma
conocimiento de una misión de vuelo por cumplir hasta el momento que está
llenando y firmando la bitácora de su vuelo al finalizar la misión.
Estas decisiones hay que tomarlas para preparar la misión, para ejecutarla y
para revisarla al final y verificar si se cumplieron o no los objetivos de
ésta. Por lo señalado y de acuerdo con los parámetros que deben cumplirse en
cada etapa, uno sin darse cuenta, está decidiendo en todo momento. Por
supuesto, que lo más exigente es desde que se sueltan los frenos en la línea
de despegue hasta que el avión se detiene después del aterrizaje, sobre todo
para quienes hemos tenido la experiencia de estar solos en nuestra cabina.
Por esta razón es que deseo iniciar esta historia con la siguiente pregunta:
¿las decisiones de un piloto de combate son instintivas o racionales? Para
responderla iremos relatando y explorando una experiencia real de vuelo que
tuve como joven Subteniente, integrante de las bandadas de combate del
material A-37B del Grupo de Aviación N° 1 en la Base Aérea “Los Cóndores”,
hago esta aclaración, ya que el grupo contaba con dos tipos de materiales de
vuelo siendo el nuevo A-36 Halcón recientemente adquirido por la Institución
el que reemplazaría al noble A37B Dragonflight.
La historia comienza el lunes 19 de marzo de 1984, en la Unidad como
cualquier inicio de semana. El briefing de operaciones hizo hincapié en el
entrenamiento disimilar junto al Grupo N°7 con su material F-5 que incluyó
una serie de instrucciones donde se estableció el rol para cada material,
siendo los F-5 los caza interceptores y los A-37 los bombarderos de ataque.
Me dirijo a la pizarra de vuelo y verifico que tengo programada una misión
de ataque a la Base Aérea de Zapiga al medio día, como líder del elemento
Magoo con un número asignado para ese día el Subteniente “Cototo” Loyola.
El oficial de operaciones, me indica que espere el reporte meteorológico de
la misión anterior a la mía, para confirmar la situación en el altiplano, ya
que ese año hubo un invierno altiplánico más lluvioso que lo habitual. Cabe
señalar, que en aquella época solo existía una estación meteorológica en el
aeropuerto Diego Aracena y algunas estaciones pluviométricas en el interior,
las cuales solo cubrían cierta parte de la región de Tarapacá, ya que
llegaban solo hasta la localidad de Mamiña hacia el Este. Por lo tanto, no
había un reporte meteorológico actualizado de las condiciones del altiplano
para todas las misiones a cumplir durante el día.
La misión de ataque consistía en una navegación desde la Base Aérea “Los
Cóndores” directo a la cota del cerro Cariquima cuya posición es muy cercana
al poblado de Colchane, es decir casi en el límite con Bolivia, por lo
tanto, había que internarse en pleno altiplano con una condición
meteorológica incierta. Posteriormente, la navegación consideraba dirigirse
desde ese punto a la Base Aérea de Zapiga que era el blanco por atacar y
navegar de regreso por la línea de costa a Iquique. El territorio hostil
donde se debían generar los encuentros con los interceptores estaba
demarcado con la carretera panamericana, siendo el territorio adversario el
área al este de la carretera y el propio al oeste de ésta.
Gráfico general de la navegación a volar en la misión de ataque:
Durante el briefing previo a la misión, me contacto con las tripulaciones
que habían cumplido la misma misión y por ende la navegación, me informaron
que el altiplano estaba cubierto, pero que era posible llegar a todos los
puntos de la navegación sin mayores inconvenientes. Cabe señalar que esas
tripulaciones habían volado en esa área alrededor de las 11 AM. Con esa
última información, quedo tranquilo y termino el briefing con mi numeral y
nos dirigimos a la línea de vuelo para realizar el pre-vuelo y estar
despegando como estaba previsto a las 12:30 hrs.
La misión, se inició sin problemas despegando de la Base en el horario
previsto e iniciando el primer tramo en navegación de bajo nivel en un rumbo
060 aproximadamente. Al cruzar la carretera panamericana y rumbo Este logro
divisar en el horizonte una delgada capa nubosa más o menos a la altura del
pueblo de Pica. Al mismo tiempo y volando en formación defensiva con mi
número al lado derecho logramos distinguir delante de nuestro track, un
avión interceptor, por lo que decido continuar el track de navegación, pero
continuar volando debajo de esa capa nubosa que en ese momento tenía un
techo de unos 500 pies. Dada las características del A-37B, ese techo nos
permitía seguir volando cómodamente y fuera de la vista del interceptor.
Después de unos minutos en esa condición y con la seguridad de que no fuimos
detectados, comienza a llover lo que dificultaba un poco la visión del track
de navegación. Como el terreno comienza a subir hacia el altiplano y la capa
es fija se empezó a disminuir el espacio vertical y decido indicar a mi
número formación ofensiva, señal que recibe y prontamente lo veo en posición
por mi lado derecho. Sigo navegando, tratando de identificar el cerro
Cariquima que se encontraba a unos 14 minutos de navegación ya que llevamos
alrededor de diez minutos.
De pronto, al cruzar una cadena de cerros bajos en forma perpendicular y
manteniendo el rumbo inicial, me encuentro en un cajón sin salida cuya pared
frontal rápidamente se acercaba. No había escapatoria, ni virando hacia el
sur o el norte, estábamos en una trampa cerrada. Le ordeno a mi número 100%
de potencia e iniciar simultáneamente una montada de 30° abriéndome yo como
líder hacia la izquierda y él como número a la derecha. Dicha maniobra, nos
había sido enseñada cuando operamos en el sur de Chile y se presentaban esas
situaciones.
Al entrar a la capa, mi preocupación era a que distancia real estaríamos del
cerro Cariquima cuya cota es de 19.000 pies aproximadamente y nosotros
habíamos iniciado la montada a 15.000 pies. Al llegar la velocidad a 150
nudos, el procedimiento era bajar la nariz y mantener esa velocidad de
montada hasta salir de la nubosidad. Acción que realicé, pero aún estando
dentro de la capa mi número llama por equipo FM, informando que estaba con
pérdida (stall) ante lo cual le ordeno que baje la nariz y que iniciara un
viraje por su izquierda hacia el rumbo Weste. Durante esos segundos, mantuve
mi rumbo y la velocidad el avión se sentía flojo, pero no percibía una
condición de stall, esa fue la primera señal o advertencia de que algo
estaba mal generándome una presión extra por la situación de mi numeral por
quien sentí la responsabilidad de guiarlo.
En esos instantes, reaccioné de forma poco racional ya que intenté buscarlo
dentro de la capa dejando de mirar mi panel de instrumentos. Incliné las
alas hacia mi derecha y miré hacia abajo pensando que estaría justo cruzando
por debajo de mi fuselaje. No vi nada e inmediatamente incliné mis alas
hacia la izquierda, mirando hacia abajo percibiendo dentro de esa manta
media blanca grisácea una sombra cruzando bajo mi trayectoria, asumiendo que
era mi número y estaba haciendo lo que le había ordenado.
Al nivelar las alas de acuerdo con mi percepción espacial, siento que la
nariz de mi avión se comienza a desplomar y lo interpreto como “doble
flameout”. Al sentir que mi peso corporal se apoyaba más fuerte en las
correas de mis hombros comprendí que mi cabina estaba apuntando hacia el
suelo por lo que interprete estar en pérdida y completamente desorientado.
Instintivamente, llevé los aceleradores a ralentí y los retorné a 100%, mi
vista estaba fija solo en los tacómetros que al verlos reaccionar entendí
que estaba en una condición sin control, en eso, me percaté que tenía el
bastón de mando full atrás, rápidamente lo llevo adelante y miré el
velocímetro que indicaba solo 80 nudos acelerando lentamente. Al mismo
tiempo vi que el indicador de actitud mostraba estar bajo el horizonte sin
verse la barra del horizonte y con un giro lento. En ese momento, tomé la
primera decisión, “haré un intento de recuperar el stall, si no resulta me
eyecto”.
Esperé que la velocidad llegara a 110 nudos y comencé a llevar el bastón
lentamente hacia atrás sintiendo un fuerte stall con un giro del avión hacia
mi izquierda una condición clara de spin. Suelto el bastón tomo las manillas
de eyección y las subo apretando los gatillos simultáneamente. No sentí
nada, todo parecía estar congelado, es como si el tiempo se hubiese
detenido, no había ruido, no había movimiento de nada, y pensé que el
sistema de eyección había fallado. Repentinamente veo como el espejo
retrovisor frente a mis ojos comienza a subir “en cámara lenta” y entra una
ráfaga de viento helado en la cabina que me envuelve como un manto, más el
sonido de un estallido con olor a pólvora. En esos momentos, sentí como se
desplegaban las cuerdas unidas al arnés de mi asiento y un fuerte tirón que
me detiene en el espacio, momento en que logro distinguir lo que sucedía,
estaba dentro de la nube oscilando fuertemente con el paracaídas ya abierto
y luego una tremenda explosión bajo la nube, que rompió el inmenso silencio
que se sentía hasta ese momento.
El paracaídas se estabiliza y salgo de la nubosidad, es como transicionar de
vuelo instrumentos a visual. Diviso un oscuro cajón cordillerano dándome
cuenta de que caía de espalda hacia el farellón de un cerro. Recordé mi
entrenamiento como paracaidista realizado en mi primer año de oficial y tomo
las cuerdas del lado izquierdo tirándolas hacia mi cuerpo, lo que
teóricamente hace girar el paracaídas y de esta forma ver donde aterrizar.
Sin embargo, no sucedió eso, solo sentí que se aceleraba la caída y solté
las cuerdas, lo que frenó de nuevo la velocidad de descenso. Justo en ese
instante golpeo fuerte el suelo con mi espalda siento como se desprenden de
mi casco los visores y quedo prácticamente “pegado” en una ladera de unos
40° de inclinación hacia un valle y a la cuadra del avión que se encontraba
a unos 300 metros. Este se encontraba en llamas, desde donde se escuchaba la
detonación de los cartuchos de la ametralladora MiniGun cuya munición volaba
en todas direcciones. Afortunadamente llovía torrencialmente lo que ayudó a
extinguir el fuego.
No sentía dolor en absoluto, lo primero que pensé fue no levantarme hasta
que las balas estuviesen agotadas. Después de unos minutos en esa posición,
comencé a mover los dedos de mis pies para verificar que mi espalada no
estuviese fracturada. Poco a poco moví las piernas logrando sentarme e
incorporarme y lo primero que vi fue un chorro de sangre que caía entre las
piedras del cerro encontrando que tenía un corte profundo en uno de mis
codos…..nada para lo que me podría haber pasado. Aun no sentía susto o
temor, al dar los primeros pasos mis piernas comenzaron a temblar de una
forma tan fuerte que no pude seguir de pie y tuve que sentarme y abrazarlas
fuerte hasta que se detuvieran. En esos instantes pensé que mi carrera de
piloto de combate había finalizado ya que estaba muy consciente de que el
error había sido mío, al dejar de mirar el panel de instrumentos en
condición sólida error garrafal, que todos mis instructores me habían
recalcado a lo largo de mi período de alumno y que yo lo había transgredido
por sentirme a cargo de la situación y que eso no me iba a pasar nunca a mí.
El sentimiento en esos momentos era de mucha amargura y culpabilidad por
haber destruido un avión el A-37B el N°616, el cual representaba una casta
de aviones de ataque que amábamos por su versatilidad y confiabilidad. Solo
me restó caminar hasta los restos del avión que aún humeaban en la ladera de
la montaña, solo se reconocía el empenaje ya que la estructura se fundió
completamente y recuerdo claramente que ambos motores parecían platillos
aplastados por el fuerte golpe con el terreno.
Ya habían pasado unos cinco minutos desde que tengo noción de estar en ese
farellón y siento sobre mi cabeza el rugido de los motores de un avión, que
después de un par de minutos, se alejó hacia el oeste. Pude identificar el
sonido de sus motores al alejarse ya que estaba completamente cubierto, sin
embargo, divisé algunas quebradas que descendían hacia lo que podría ser el
valle central. Eso me sirvió para apuntar la antena del Beacon del
paracaídas hacia esa dirección, del cual saqué el pin y comenzó a emitir.
Después supe que era mi número, el Subteniente Loyola quien logró salir del
cumulo nimbus siguiendo mis instrucciones de virar al oeste y mantener ese
rumbo nivelado comenzando a llamarme por la radio y al no tener respuesta
comenzó a circular esperando algún resultado. Seguidamente comunica al COA
de la Brigada que me había perdido y alertó el sistema de rescate junto con
regresar a la Base Aérea.
En esos mismos instantes, comenzó a reproducirse en mi mente los
procedimientos de supervivencia y me concentré en hacer un refugio ya que la
temperatura era bajo cero, era más de medio día y las posibilidades de tener
que pasar la noche eran muy posibles en esos momentos. Al mismo tiempo,
empecé a sentir los efectos de la altura del lugar 5.000 metros
aproximadamente, con una especie de hipoxia por lo que tenía que caminar
lento.
El refugio lo construí en el mismo lugar donde estaba el beacon, junto a una
especie de arbusto tipo coirón donde extendí el paracaídas para cubrirme e
inflé el bote de supervivencia para recostarme dentro de él y para
protegerme del frío, me sirvió mucho la manta térmica del equipo de
supervivencia la cual me mantenía a buena temperatura. Al mismo tiempo, con
restos del paracaídas me hice un vendaje en el codo.
Habían pasado 30 minutos aproximadamente y vuelvo sentí los motores de un
jet sobrevolando el área por lo que salí de mi refugio envuelto en la manta
térmica, había parado de llover, pero soplaba un viento muy helado. De entre
las nubes distingo la silueta de un F-5, rápidamente busco la bengala y la
activo frente al avión que estaba como a una milla con rumbo oeste. La
bengala falla por que la cuerda se cortó y entonces activé la bengala para
la noche la cual el piloto no distinguió ya que el avión se alejó del lugar
sin regresar. Después supe que era Garfio (GAV R. Gutierrez) el cual estaba
en una de las misiones de interceptor PAC y fue enviado al lugar del
accidente dado que la señal del beacon estaba indicando el área. El mismo me
contó años después, que él se había desorientado y había quedado a baja
velocidad por estar buscándome y no concentrarse en los parámetros de vuelo.
Afortunadamente pudo controlar el avión y en condiciones visuales decide
regresar a los Cóndores., sin éxito en la búsqueda.
Pasó una buena cantidad de horas hasta que aproximadamente a las 15:00 horas
vuelvo a sentir un jet sobrevolando el área y vuelvo a salir de mi refugio.
Esta vez distingo un A-36, que volaba a lo largo de la quebrada con rumbo
oeste prácticamente a la misma altura donde estaba, en la ladera norte de la
quebrada. Como estaba muy ventoso, me di cuenta de que la manta térmica se
desplegaba con el viento y la podía recoger rápidamente con las manos y
volver a desplegarla, de esta forma, se podría ver el aluminio de la manta
destellando sobre el terreno oscuro del lugar. El avión pasó a mi cuadra
mientras hacía esas rudimentarias señales se aleja un poco al oeste y
repentinamente, vuelve con un viraje muy cerrado ya que había poco especio
de maniobra. Vuelve a virar y al pasar frente a mi posición, realiza un
alabeo para indicarme que me habían visto.
Quedaba poco tiempo antes de que comenzara a obscurecer, por lo que imagino
que el sistema de rescate se iba a activar con esta nueva información. El
equipo de rescate estaba desplegado en la base aérea de Zapiga conformado
por un helicóptero Lama y un Twin Otter. Ambos despegaron al lugar del
accidente, guiados por el A-36, lo que permitió que el Twin lograra entrar
en la quebrada y pude ver el avión como se acercaba lentamente distinguiendo
a los PARASAR mirando hacia abajo para saltar y rescatarme. Nadie saltó,
estaban bajo para lograrlo no había mucho techo, entonces deciden lanzarme
una bolsa de supervivencia de color negro, que cae en el fondo del valle.
Pensé, ahí hay alimento y abrigo, y decidí comenzar a bajar la ladera para
llegar a ese elemento de rescate.
Estuve como media hora tratando de ubicar esta bolsa entre mucho coirón y
barro, sin éxito. Estaba volviendo al refugio, cuando siento el rotor del
helicóptero en mi espalda, me doy vuelta y veo la silueta del SA-315
acercándose directamente a mi posición. El helicóptero se posó en la ladera
con un patín y se bajó un tripulante corriendo y en dos minutos me tenía
amarrado en la camilla y dentro de la cabina repitiéndome “tranquilo mi
Teniente” mientras me ajustaba la máscara de oxígeno, chequeaba mis pupilas
y me revisaba por alguna fractura. El piloto S/Tte. R. Vicuña maniobró
rápidamente y en pocos minutos volábamos rumbo a Zapiga, iba también el
médico de la unidad que me hacía preguntas capciosas para ver si estaba
consciente.
El tramo duró como media hora y aparece en el lado izquierdo del Helo, el
Twin Otter haciendo una señal de éxito y por el costado derecho el A-36 que
con un perfecto roll nos saludó y se alejó hacia el oeste.
El piloto que me salvó, que vio mis señales y lo más crucial guio al Twin y
LAMA a el lugar del accidente, fue el CDB LUIS CASTILLO “Cosaco” quién tuvo
la capacidad de manejar variables complejas en esta misión de rescate,
demostrando sus condiciones de Líder y gran piloto de combate.
Al llegar a Zapiga, estaba mi Cdte. de Unidad Cdte E. POBLETE, quien me
recibió y más que preguntar qué había pasado reforzaba el hecho de que me
hubiesen logrado sacar de ese lugar antes de anochecer por que la esperanza
de sobrevivir en esas condiciones era muy bajas. Durante el vuelo en Twin
Otter hacia la Base Aérea de los Cóndores, solo traté de relajarme ya que la
tripulación siguió con sus labores como en cualquier vuelo de rutina.
Al llegar a la losa y bajarme del avión quedé atónito con la situación que
me esperaba. Estaba toda la base esperándome, al verme lanzaron los quepis
al aire y el Brigadier GAV F. SILVA solo me dijo “qué bueno que lo
encontramos ya que los fierros se reemplazan”. En ese momento, sentí
una gran emoción y no pude contener mis lágrimas que se derramaron
espontáneamente al ver a mis jefes, instructores, compañeros, personal de la
unidad felices por el exitoso rescate. Ahí como joven Subteniente, entendí
la esencia de esta carrera, la lealtad entre todos sus integrantes y el
compromiso con su gente. A partir de ese momento prometí devolver esa
lealtad para mi querida Institución hasta la muerte.
Finalmente, me resta responder la pregunta inicial respecto de si las
decisiones son instintivas o racionales en el rol de piloto de
combate. Mi conclusión es que es una mezcla de ambas. Decidí instintivamente
volar bajo la capa para escapar de la caza defensa, decidí racionalmente
aplicar la maniobra de salida de un encajonamiento en la montaña., decidí
racionalmente ordenar a mi número bajar la nariz del avión y virar hacia el
rumbo opuesto., decidí instintivamente buscarlo dentro de la nube, decidí
racionalmente hacer un intento de recuperación de stall y racionalmente
hasta cuando demorar la eyección. En suma, es una mezcla de ambas.