¡EMERGENCIA!
(Artículo publicado
en la Revista de la Fuerza Aérea de Chile Mayo-Julio de 1982.)
Escrito por el Capitán de Bandada
Sr. Pedro Uhart Ribba (Q.E.P.D.)
(Piloto Instructor de Hawker Hunter del Grupo Nº 8,
Cerro Moreno, Antofagasta).
Este es el relato de una
emergencia ocurrida durante el desarrollo de un turno de instrucción el
14.Agosto.1981, cerca de Antofagasta.
Pretendo que de algún modo los
pilotos que vuelan en nuestra institución puedan adquirir o recibir alguna
experiencia que les pueda servir en alguna oportunidad. Nadie está libre de
que le ocurra algún percance durante el desarrollo del vuelo, desde los
comienzos en la Escuela de Aviación, o después durante su desempeño en
cualquier unidad, en algún tipo de aeronave.
Amaneció por cuarto día
consecutivo con una capa nubosa de 8/8 de estratos bajos que nos impedían
efectuar el turno normal de conversión que contempla, aparte del trabajo en
la zona de vuelo, toques y despegues, emergencias después del despegue y
circuitos cerrados; en general, casi un 40% del vuelo debía ser sobre la
Base Aérea. Como no podíamos seguir atrasándonos con el programa de
instrucción, decidimos efectuar fases de la etapa de conversión en la zona
de vuelo para luego regresar por instrumentos y al día siguiente, si
amanecía despejado, haríamos un turno completo de tránsito para así
equiparar la etapa y luego continuar en forma normal.
El alumno tenía muy claro el
breaffing, ya que lo habíamos hecho los tres días anteriores sin poder salir
a volar; así es que sólo repasamos la innovación del turno del día y nos
dirigimos a efectuar el pre-vuelo. Todo estaba normal; nos subimos y
efectuamos el chequeo de la cabina antes de proceder a amarrarnos. El alumno
había estudiado muy bien, así es que todo resultaba más rápido y fácil.
Pusimos en marcha la turbina; nuevamente efectuamos todos los chequeos
correspondientes con el motor funcionando. Una vez explicados y practicados
todos los procedimientos, llamé a la Torre de Control: una hora local, zona
2, cincuenta minutos de instrucción. El controlador nos dio la conformidad y
verificamos que la zona de vuelo estaba despejada y la nubosidad sobre el
campo se iba a mantener.
Iniciamos nuestro taxeo al cabezal
norte; nos alineamos con la pista principal, detuvimos el Hunter; check de
instrumentos, check de presión hidráulica, check de motor a 6.800 RPM. Los
frenos aguantan, tomamos la hora son las 09:00 horas A.M. ¡Listos nos
vamos!.
El avión inicia su carrera, 90
nudos, 130, 150 ¡ya salimos del suelo, tren arriba, todo normal. Ahora
pasamos a volar instrumentos hasta que crucemos la capa nubosa .Llevamos el
avión entre los dos; lo hace bastante bien. Buen control de velocidad,
reduce el acelerador de 8.000 a 7.800 RPM y mantenemos 350 nudos en la
montada. La capa es chica, ya quebramos a 3.500 pies, así que seguimos
visual hacia la zona. Tenemos que montar a los 40.000 pies. Mientras tanto,
vamos conversando de la progresión del vuelo; le cuesta un poco al alumno el
control lateral, pero es normal ya que los mandos son hidráulicos y muy
sensibles; pero de a poco se va acostumbrando. Le digo que no se preocupe,
que a todos los pilotos les pasa al comienzo.
Efectuamos un viraje de 30º de
inclinación alar para que se vaya acostumbrando al control de la velocidad y
el avión mismo; lo hace muy bien. Aumentamos a 45º ¡Perfecto! Ahora vamos
a comenzar con la primera maniobra una vez que lleguemos a los 40.000 pies.
Le explico y él lo repite sin problemas; la maniobra consiste en un boom
sónico. Llegamos a nuestra altura, efectuamos el chequeo de balance,
cantidad de combustible. ¡Todo perfecto!; iniciamos nuestra maniobra.
Colocamos full potencia; esperamos que la velocidad aumente a .94 Mach,
luego invertimos el Hunter y lo colocamos 30º nariz abajo; luego
desinvertimos y esperamos que la velocidad aumente hasta 1.0 Mach. ¡No
debemos pasar de los 20.000 pies! Ahora iniciamos la recuperación; relantí,
freno de picada a fuera y comenzamos a recuperar el avión. Una vez que
cruzamos el horizonte, subimos el freno de picada, colocamos full potencia y
nos vamos montando a los 40.000 pies de nuevo. Alcanzamos los 40.000
rápidamente por la alta velocidad. Ahora repetimos la maniobra, pero esta
vez lo haremos con F.U.T. (Follow Up Tail; se conecta todo el timón de
profundidad). Efectuamos la maniobra y me comenta respecto al FUT que lo
encuentra muy práctico para esas velocidades.
Ahora montamos solamente a los
30.000 pies y efectuamos maniobrabilidad manteniendo los .80 Mach. Esta
maniobra se hace con 15 y 23 grados de flaps, así es que para mantener la
velocidad constantemente vamos descendiendo. Le digo que apriete un viraje
hasta sentir el buffet de stall; luego le hago bajar 15º de flaps y podemos
aumentar nuestro apriete; luego llegando nuevamente al buffet (4G aprox.),
le indico que baje el flaps a 23º y continúe apretando hasta sentir el
buffet (indicación de pre-stall, 5G aprox.) Luego le indico que suba los
flaps manteniendo el apriete hasta los 15º y el avión produce un pequeño
stall. Después le indico que suba totalmente los flaps y nuevamente al
mantener un apriete, se produce el stall. Me dice que encuentra increíble la
efectividad del flaps para ejecutar virajes apretados. Le comento que se usa
mucho en combates aéreos, pero hay que sacarles provecho para no perder
velocidad, porque pasa a ser un arma de doble filo si se usa con velocidades
sobre .90 Mach ya que el avión con 23º de flaps y sobre los .90, se clava su
nariz hacia el suelo y no sale hasta que se suben nuevamente los flaps; que
para eso se usa el FUT que sirve a grandes velocidades sobre .90 Mach.
Continuando con la instrucción,
correspondía demostrar el uso de los flaps a .90 Mach, así es que picamos
un poco nuestro avión para obtener dicha velocidad; nuestra altura era de
25.000 pies. Tenemos nuestra velocidad, así que le digo que primero baje 15º
de flaps; lo hace y el avión rápidamente clava su nariz y comenzamos a
recuperar con relantí y bastón hacia atrás sin subir los flaps y el avión
lentamente se recupera. Le indique que no ocurría lo mismo con 23º de flaps;
otra vez tomamos la velocidad y bajamos a 23º de flaps, nuevamente el Hunter
clavó la nariz hacia el suelo. Le dije que echara el bastón hacia atrás y
noto que el avión no respondía. En ese instante vi que se encendió la luz de
emergencia hidráulica; le avisé que subiera el switch de los flaps; que yo
tenía el avión. Llevé el acelerador a relantí ; no pude ver la presión
hidráulica porque su rodilla izquierda me tapaba el instrumento.
Súbitamente, el Hunter quedo sin controles hidráulicos que hace que los
mandos queden totalmente trabados a esa velocidad (.96 Aprox.) El avión iba
con una actitud de unos 60º nariz abajo y comenzó a rolar por la izquierda
totalmente fuera de control. Habíamos pasado los 15.000 pies de altura e
íbamos invertidos. El suelo se acercaba rápidamente. ¡Nos matamos, pensé, es
muy tarde! ¡EYECTATE, EYECTATE, le grité! Volvió su cabeza hacia mí como no
creyendo. EYECTATE le volví a gritar y subí mis manos hacia las manillas de
eyección; mire que el hacía lo mismo, toda esta situación había ocurrido en
menos de 4 segundos, desde que se encendió la luz hasta que tiramos las
manillas. Recuerdo muy claramente la sensación de ver el suelo invertido y
el avión cayendo rápidamente sin control. ¡Imposible salvarse, es muy bajo y
mucha velocidad!
Solo recuerdo una explosión y que
algo le ocurría a mis manos. Pienso que cuando salió la cabina, yo iba aún
con las manos agarrando las manillas de eyección sobre mi cabeza y que el
alumno salió primero, por lo menos décimas de segundo antes. Luego recuerdo
muy vagamente de ir colgando, la cabeza floja, tratando de ver pero no
podía; no sabía que ocurría. Me parecía ir cayendo en paracaídas, pero a
pesar de ir con los ojos abiertos, sólo veía todo negro y no sabía dónde iba
a caer o cuánto faltaba para llegar al suelo; el resto del cuerpo no lo
sentía. No sé como llegué al suelo; solo recuerdo que comencé a despertar
primero con la sensación de estar acostado en mi cama, que había alguna
ventana abierta y que me daba el sol en la cara. Moví un poco la cabeza y
sentí que raspaba algo duro con la nuca, luego comencé a recordar la última
imagen del Hunter invertido y gritándole al alumno que se eyectara. Pienso
en el alumno. ¿Se habrá salvado? ¿Estará cerca? ¡yo lo ví eyectándose!
¡Tiene que estar cerca! Trato de abrir los ojos, pero no puedo; siento como
si tuviera la cara quemada. Comienzo a ver algo por el ojo derecho; veo una
loma y mucha luz; hay un silencio absoluto; no siento el ojo izquierdo.
Trato de moverme, pero no puedo. Me duelen las piernas; pienso que tengo las
amarras del paracaídas metidas en la carne entre las piernas. Puedo mover el
brazo el brazo derecho y no siento el izquierdo. ¡Creo que perdí el brazo!
Trato de levantar la cabeza para mirar, pero no puedo; sólo atino a mover el
brazo, así es que comienzo a tocarme, primero el hombro, luego el brazo;
trato de llegar al antebrazo y no esta. Vuelvo a tocar y siento una punta de
hueso. ¡Gracias a Dios, sólo está quebrado! Lo tomo con cuidado y dándole un
pequeño tirón, el hueso vuelve a entrar y queda más o menos normal. No lo
siento, sólo experimento mucho dolor en el resto del cuerpo. Saco un pañuelo
que usamos en el cuello y lo paso por debajo del brazo; no me alcanzo a
amarrar el pañuelo en el cuello, así que lo ato al chaleco salvavidas e
improviso un cabestrillo. No quiero tocarme el ojo izquierdo porque me da la
sensación de tener sólo el hueco; pienso que lo he perdido porque no lo
siento y me sale sangre que me corre por la cara. Luego escucho que alguien
grita llamándome por ahí cerca. ¡Gracias a Dios, el chico se salvó! Comienzo
a volver la cabeza hacia atrás y no veo a nadie, solo el paracaídas
extendido y él asiento de eyección al lado del paracaídas; pienso que debe
estar debajo de la quebrada y que me anda buscando. Trato de gritarle, pero
no me salió la voz; me duele mucho el pecho. Me solté las amarras y me doy
cuenta que estas no habían entrado en la carne, sólo estaban muy apretadas.
Recién me doy cuenta que estaba sin casco y sin guantes.
Trato de incorporarme, pero no
puedo mover las piernas; así que las junto y luego de un rato comienzo a
girarlas hacia el lado derecho y luego encogerlas para poder arrodillarme.
Por fin logro hacerlo, pero todo me da vueltas y me corre sangre por la
cara. Lo noto por las gotas que caen al suelo. Sigo escuchando al alumno que
está llamando. Logro incorporarme; comienzo a caminar lentamente hacia el
lugar de donde provienen los llamados. No puedo dar pasos largos; sólo
arrastro los pies. Llego hasta una loma y a unos doscientos metros puedo
apreciar una mancha de color, es el paracaídas. Trato de gritarle, pero no
puedo. Lo intento de nuevo y lo logro. Le digo que estoy cerca, pero no
puedo llegar hasta él. Me dice que está herido y que no se puede mover.
Detrás de mí, a lo lejos, se divisa una oficina. Pienso que el alumno debe
estar casi en las mismas condiciones mías, pero desde ese lugar sería
imposible subir hasta donde estaba. Si trato de llegar a él, seguramente me
voy a caer, y difícilmente me pueda parar. Además, me va a ser imposible
salir a buscar ayuda; pienso que quizás se pueden demorar en ubicarnos, así
es que le grité que yo estaba herido también y que no podía llegar hasta él
y que iría a buscar ayuda hacia la Oficina Salitrera. Me dijo que estaba
bien y que me apurara. Le grite que se tapara la cara del sol y que volvería
luego.
Comencé a caminar hacia mi equipo
de supervivencia para sacar el agua, ya que tendría que caminar unos 8 a 9
kilómetros y me daría mucha sed. Insistí varias veces, pero no pude sacarla.
Abrí el broche del chaleco salvavidas y saqué una cajita con bengalas, la
coloqué sobre el brazo izquierdo, pero éstas se me cayeron al suelo. ¡Qué
impotencia!, tener las cosas a mis pies y no poder recogerlas; saqué el
espejo de señales que tenía en el chaleco y me lo colgué al cuello.
Comencé a caminar hacia la oficina
¡Tenía que llegar! Mientras tanto sentía que arrastraba algo: era el
cortaplumas de vuelo que se había enganchado de su soporte en el muslo
izquierdo. Era increíble, pero hasta eso me molestaba para caminar. Además,
me rozaba la rótula izquierda que la tenía levantada. A medida que caminaba,
iba viendo restos de la cabina: una máscara de O2, un barboquejo de casco,
trozos de plexo, etc. Para caminar me ponía metas de aproximadamente 100
metros y me detenía a descansar; lo único que no quería era caerme porque no
iba a poder levantarme. No sé cuánto caminé (luego supe que fue como 1500
metros; pero de pronto y sin darme cuenta estaba de rodillas en el suelo. No
debía caerme; traté de incorporarme, no pude. Me sentía extraño, sin dolor,
pero sin fuerzas. ¡Debo pararme! El chico espera ayuda y si me caigo no voy
a poder llegar. De pronto abro los ojos y me encontré nuevamente de espalda;
me había vuelto a desmayar y no me había dado cuenta. Traté varias veces de
incorporarme y fue imposible; sólo sentía mucho calor y no podía sacarme el
traje anti-G. Sentía un sueño agradable y pesado; tenía ganas de entregarme
a ese sueño, pero pensaba que seguramente había perdido mucha sangre y que
me estaría muriendo; así es que trataba de no dormirme y pensaba en el
chico; él estaba esperando que volviera y no sabía que estaba botado ahí
sin poder hacer nada. ¿Habrían salido a buscarnos? ¿Andaría alguien cerca?
¡pero, nada!¡ningún ruido!
Me solté el pañuelo del brazo y me
lo puse en la cara; el sol quemaba. Luego activé el Sar Beacon (sistema de
emergencia que emite una señal en Morse). Si muero aquí, ojalá que ayuden a
mi señora. ¡Quién iba a imaginar que iba a terminar aquí botado en la Pampa!
Pienso en mi familia. ¡Que pasara cuando le cuenten! ¡Bueno, siempre han
sabido que ocurren accidentes! ¿por qué yo iba a estar exento? De alguna
manera ellos están más preparados que cualquier familia que no tenga a un
piloto.
Escucho algo muy lejos, muy alto;
creo que es un avión que va en aerovía. Muevo el espejo hacia arriba, pero
el ruido desaparece. Quedo tendido por dos o tres horas, tratando de no
dormirme. El sueño es pesado; pienso en mi ojo. Ya no siento nada de dolor,
pero no puedo mover nada con excepción de mi brazo derecho. Nuevamente
siento ruido; ahora es bajo y rápido. Me saco el pañuelo y tomo el espejo;
viene por la izquierda ¡Sí! Ahí está; es un Hunter. Trato de hacer señas
rápido, pero no ubico el puntito blanco en el espejo. ¡Se está pasando!
Ahora sí; ¡ojalá me haya visto! ¡Parece que sí! Está dando la vuelta frente
a mí; le puedo hacer señas durante todo el viraje. El avión desciende y pasa
sobre el lugar donde habíamos caído; seguramente el alumno le está haciendo
señas. ¡Qué bueno! Ya nos vieron. Vuelve a efectuar otro viraje; pasa bajo
sobre el mismo lugar y se va. Ahora sé que nos vieron. Sólo resta esperar el
helicóptero. Pasa como media hora y vuelvo a escuchar otro ruido; pero esta
vez es de un avión a hélice. Viene por detrás de mí, no lo veo; pasó justo
sobre mí. Es un C-47 (La Charlota Nº 968) y nos ha visto; hace un pequeño
viraje y recibe las señales del espejo. Vuelve y se queda en viraje sobre
el lugar; luego otro avión y otro más. Se juntan como tres o cuatro sobre el
sector. Ahora se va uno, es un 99-A. Escucho ruido de helicóptero. No puedo
ver, pero intuyo que se está posando cerca del chico. Luego de un minuto,
siento que viene hacia mí; a lo mejor no lo han encontrado. Se posa detrás
de mí a unos 30 ó 40 metros; no lo puedo ver; no puedo girar la cabeza, pero
alguien viene. ¡Claro, es el Comandante del Ala! Se agacha al lado mío y me
pregunta cómo me siento. Le contesto que más o menos; que tengo el brazo
quebrado. Le hace una señal al helicóptero y éste vuelve a despegar. Le digo
que vayan a ayudar al alumno que ésta en esa dirección (de donde provienen
mis huellas). Me dice que no me preocupe, porque un médico se bajó en el
lugar donde estaba él. Luego me tomo la mano y se colocó al lado de mi
cabeza dándome sombra. ¡Que agradable esa sombra! La cara me ardía; me paso
la mano por la frente y me dijo que ya todo había pasado. Luego de unos
minutos, llegó corriendo mi amigo Max. Se detuvo frente a mí; lo saludé;
estaba muy emocionado. Me gritó: ¡Compadre, está vivo! Se arrodillo a mi
lado para saludarme, pero mi Coronel le detuvo diciéndole que no me tocara
hasta que llegara el médico. Pero quería ayudar en algo, así es que
nerviosamente me sacó las botas; me soltó los retractores de piernas que los
tenía muy apretados y de un tirón infló mi chaleco salvavidas para que
quedara con la cabeza apoyada en algo blando. Estaba en eso cuando llegó el
médico; me sacó la manga del buzo y me colocó dos inyecciones. Le pedí que
me dieran agua, pero me dijo que todavía no hasta que llegáramos al
hospital. Le pregunté por el alumno y me dijo que no me preocupara porque
había otro médico con él. Luego llegó el helicóptero, me subieron y nos
dirigimos a la Oficina de Pedro de Valdivia, donde estaba aterrizado el
99-A. Me subieron al avión y despegamos hacia la Chimba (Aeródromo Civil que
está cerca de Antofagasta). Ahí me subieron a una ambulancia a la Posta.
Allí me terminaron de sacar el
traje. Se acercó un médico y comenzó a revisarme. Tocó el párpado de mi ojo
izquierdo. Tenía pánico que dijera que lo había perdido. Pidió unas pinzas y
aguja, siguió haciendo algo. De pronto me mostró un trozo del visor del
casco que tenía incrustado sobre el párpado al lado del ojo. Luego me separó
los párpados y pude ver la luz de su linterna. ¡Qué felicidad!, no lo había
perdido; solamente lo tenía con derrame y sumamente edematoso, lo que
imposibilitaba abrirlo. Seguí preguntando por el alumno, pero nadie me
respondía. Unos me decían que estaba en la enfermería de la Base; otros que
estaba en el hospital; otros que se lo habían llevado a Santiago, pero nada
más. De pronto se acercó otro médico joven, cuando estaba en rayos y me
pregunta: ¡Oye!, tú fuiste uno de los que saltó en paracaídas. ¡Puchas!
¡Tuviste suerte! ¡Lástima que tu compañero se hubiera muerto! Sentí una
sensación de ahogo; recién en ese momento comprendí tantas divergencias en
la información. Pero no podía ser, si yo había hablado con él; estaba vivo.
Estaba igual que yo; deben estar equivocados. ¡Pero no! Ahora que ya sabía,
me confirmaron que cuando llegó el helicóptero a buscarlo ya había fallecido
producto de un golpe en la base del cráneo y por tal razón perdió mucha
sangre. Había querido el destino que cayera sobre la única piedra que había
a varios cientos de metros a la redonda. El rescate fue muy rápido dado lo
inmenso de la zona de vuelo, ya que la emergencia ocurrió como a las 09:15
hrs y nos rescataron como a las 15:00 horas.
Una vez terminado el sumario, los
peritos indicaron que el trancamiento de los controles se debió a una falla
hidráulica justo en el peor momento, ya que en otras condiciones de vuelo a
menos velocidad, se habría podido controlar. La velocidad de eyección fue
cercana a los 1.200 Kilómetro por hora.; de ahí todas las lesiones que
teníamos debido al impacto del aire. Ambos paracaídas soportaron la apertura
a pesar de que se sobrepasaba la velocidad límite de eyección. La secuencia
de la eyección fue a los 14.000 pies y 13.000 pies aproximadamente, teniendo
el terreno unos 4.000 pies de altura. La eyección fue en condiciones de
vuelo invertido saliendo primero el alumno y en décimas de segundo, salí yo.
Las lesiones que figuran en mi informe médico son las siguientes: fractura
expuesta del antebrazo izquierdo, derrame ocular, pequeñas cicatrices
faciales, tres costillas hundidas, lesión en dos vértebras, derrames en
ambas piernas, TEC cerrado grave y desgarro del hombro derecho, contusiones.
Hace mucho tiempo atrás un
Instructor nos dijo a los que éramos alumnos, que si mientras estábamos
volando teníamos emergencia que necesitara eyección, lo hiciéramos de
inmediato porque antes de terminar de hablar, la determinación debía estar
ya ejecutándose. El avión va a llegar igual al suelo, y no hay que hacer
causa común y estrellarse con el acompañante si este no hace caso a la
primera orden.
Realmente no sé qué hubiera hecho
si el alumno no reacciona. No sé si hubiera seguido insistiendo o
simplemente me hubiera eyectado solo. Sé que esta emergencia ha aclarado
ciertas dudas de accidentes anteriores sobre el mar en los cuales
lamentablemente no hubo sobrevivientes.
Hay un refrán que dice: DESPUES DE
LA GUERRA TODOS SON HEROES. No falta el que especula de los accidentes. ¡Yo
habría hecho esto u esto otro!, ¿por qué no hizo esto?
Respecto al alumno creo
sinceramente que se durmió con ese sueño agradable y pesado que yo sentía y
que pude controlar porque no había perdido tanta sangre. Pasó de ese sueño a
la eternidad, fue un excelente Oficial, amigo, persona y Piloto de la FUERZA
AEREA DE CHILE.